Se ha hablado mucho en los últimos años sobre el potencial de la tecnología fotovoltaica empleada como elemento generador de electricidad para abastecer la energía necesaria de un consumidor final. Es decir, autoconsumo. Esta posibilidad se defiende desde el sector fotovoltaico, lo cual tiene mucho sentido. Sin embargo, no se persigue de una forma tan decidida desde el sector de la eficiencia y el ahorro energético.
Digamos que la diferenciación entre energías renovables y eficiencia energética se deja ver en este punto. Tal diferenciación surge de la necesidad del regulador de dictar políticas diferentes para cada una de ellas. Y, por tanto, ayuda a organizarse desde el punto de vista administrativo o institucional.
Autoconsumo presentado como medida de ahorro energético
Sin embargo, desde el punto de vista comercial esta diferenciación no tiene sentido. Cuando un especialista en ahorro energético lleva a cabo una auditoría energética de un edificio o de una instalación, el cliente está interesado en saber cómo y cuánto puede reducir su gasto energético. Lo mismo le da que tal objetivo se consiga mejorando el aislamiento de su circuito de climatización, instalando luminarias más eficientes, o implantando un sistema de producción de agua caliente sanitaria con colectores solares. Todas ellas son medidas de ahorro energético que tendrán un coste de inversión y que generarán unos ahorros, lo cual arrojará una estimación del retorno de la inversión. Ese es el criterio que va a hacer decidir cuál o cuáles de tales medidas de ahorro serán las que el cliente decida acometer.
Esta conclusión encierra un mensaje estratégico muy importante para las empresas dedicadas al ahorro energético, y es que su oferta debe ser global si quiere maximizar su actividad empresarial. Es decir, el experto en ahorro energético debería ser capaz de ofrecer cualquier tipo de medida de ahorro energético al cliente, incluyendo cualquier tecnología. Esto implica que el auditor energético debe conocer las prestaciones de la tecnología, la regulación que le afecta y sus atributos económicos. Esta tarea no es sencilla porque el campo de conocimiento que abarca es grande. De hecho, es comprensible que en las empresas dedicadas al análisis de eficiencia energética se encuentren ingenieros, abogados y economistas.
Un buen ejemplo de esta cercanía entre renovables y ahorro energético se ve en la Directiva 2010/31/UE, sobre eficiencia energética de los edificios. La norma define el concepto de edificio de consumo de energía casi nulo (“Nearly zero energy buildings”, NZEB) como “edificio con un nivel de eficiencia energética muy alto […]. La cantidad casi nula o muy baja de energía requerida debería estar cubierta, en muy amplia medida, por energía procedente de fuentes renovables, incluida energía procedente de fuentes renovables producida in situ o en el entorno.” Como se ve, la directiva explícitamente requiere, no solo que los edificios consuman poco, sino que sumen a tal bajo consumo la generación mediante renovables ubicadas en el mismo lugar donde se encuentra el edificio. Es decir, el autoconsumo.
Para maximizar el uso de renovables “micro” es necesario realizar análisis específicos para cada ubicación y para cada tecnología, porque cada tecnología tiene unas circunstancias óptimas de utilización. Pensemos que son muchas las opciones de generación renovable para el cliente: fotovoltaica, solar térmica de baja temperatura, bomba de calor con intercambio geotérmico, geotermia de media o baja entalpía, caldera de pellets, turbinas minieólicas de eje vertical u horizontal o micro-cogeneración, entre otras. Y también son muy distintos los perfiles de consumo de cada edificio debido al tipo de uso, a la zona climática en que se halla o a los horarios de funcionamiento. Una solución buena para un cliente, quizá no lo sea para otro.
Tanto el regulador, como los sectores involucrados están recogiendo este mensaje, lo cual nos traerá un futuro próximo con una oferta cada vez más completa de soluciones de ahorro energético.